De Claudia Villafañe
Una pluma llegó hasta mis pies,
como un leve retazo del alma.
La acogí entre mis manos, lloré
de emoción al sentir que temblaba.
Otras plumas siguieron después
como copos de extraña nevada
y de pronto en el medio me hallé,
de una nube con forma de alas.
Sorprendida y con cierto temor
contemple frente a mí, demudada,
la figura de un ángel que al sol
en destellos se transfiguraba.
Pude ver que era enorme y azul
la tristeza con que me miraba
en sus ojos amor y terror
con belleza sutil se mezclaba.
Avanzó y fue entonces que yo
pude ver que sus alas quebradas,
le impedían volar y el dolor
sacudía su cuerpo de escarcha.
Lo acuné entre mis brazos y así
se calmó y me mostró las espaldas,
donde un fiero madero en cruz
dejó un trozo de piel lacerada.
Como un niño a un gorrión, lo curé.
Con el paso de varias semanas,
pudo al fin caminar y batir
con presteza de nuevo sus alas.
Hoy se fue y feliz me quedé
al saber que mi ángel volaba,
porque en sueños me dijo: -ten fe-
soy quien siempre te impide que caigas.-
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Un honor estar en este sitio, gracias Vilma, con afecto Claudia
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