Estaba entre el milagro del labrantío
Como una diosa antigua de las sombras
Como una diosa antigua de las sombras
vivaz refugio matriarcal, naufragada
sembradora de rústicas alondras.
En resolanas de arenas extrañadas
En resolanas de arenas extrañadas
por recelos expresados y advertidos.
Era la primogénita nacida para el abismo.
Creció en permanente dialecto con la tierra
y fue fuerza de ala y candor consentido
Como todas las muchachas campesinas.
Mitad sendero del Ángel abatido
La otra mitad al crepúsculo amarrado.
Pero ella no sabía nada de eso
—pulso de viento y terquedad de raíz—Era la primogénita nacida para el abismo.
Creció en permanente dialecto con la tierra
y fue fuerza de ala y candor consentido
Como todas las muchachas campesinas.
Mitad sendero del Ángel abatido
La otra mitad al crepúsculo amarrado.
Pero ella no sabía nada de eso
Aprendió los nombres de los astros
De las constelaciones y las estrellas,
De las constelaciones y las estrellas,
La oración del cañadón y la del río.
A los trece años conocía mil bahías
y sin contar el ya remoto y fuerte seno de la madre.
Ni un solo pensamiento de Italia
Le había caminado entre los ojos.
En un anual recuento de espigas
En un anual recuento de espigas
Llenas de riquezas y esperanzas
Conoció a mi Padre, que venía
Ardiendo palabras de bonanza
Madre tenía veinte años y era virgen
Dentro de sus botas de hule,
Y creía que los niños nacen así como los peces
Conoció a mi Padre, que venía
Ardiendo palabras de bonanza
Madre tenía veinte años y era virgen
Dentro de sus botas de hule,
Y creía que los niños nacen así como los peces
En los reposos del río, en la noche quieta.
Pero llegó mi padre que contaba
A trechos largas historias de islas
Con sus ojos bruñidos y negros,
Donde centenares de jóvenes púberes
Subían carbón al barco, en la bahía,
Subían carbón al barco, en la bahía,
Donde había pájaros libres
Y donde en la noche florecía
La pasión con hondo aliento de equipajes.
Abuelo mascullaba una triste canción antigua
La pasión con hondo aliento de equipajes.
Abuelo mascullaba una triste canción antigua
En lengua que no podía ser de aquí, y que ponía
en mi Madre pequeños remolinos en su mente
Y en el pulso del viento voces ambiguas.
A los veintidós años tenía la mirada gris
en mi Madre pequeños remolinos en su mente
Y en el pulso del viento voces ambiguas.
A los veintidós años tenía la mirada gris
Porque bebió en las montañas de azúcar.
Fue puesta en un muro, y ponderada su alma.
Sembrada su carne de ricas y densas brumas.
Fue puesta en un muro, y ponderada su alma.
Sembrada su carne de ricas y densas brumas.
Abuelo bien sabía que los marineros
siempre desertaban de las robadas islas
Pero cuando estaban bien borrachos
Los capitanes los metían a patadas
Los capitanes los metían a patadas
En las bodegas sucias, y entonces volvían
Al hogar, frágiles y callados y tristes.
Entonces mi abuela manifestó su poder.
El matriarcado se impuso una vez más,
Sin ostentación. Ella ordenó sin apuro
Con su voz imperativa plena de adusteces,
Y se cumplió con el brío de las hembras
De la raza, para salvar la sangre pura.
Nadie la contradijo: estaba yo en la ruta.
Al hogar, frágiles y callados y tristes.
Entonces mi abuela manifestó su poder.
El matriarcado se impuso una vez más,
Sin ostentación. Ella ordenó sin apuro
Con su voz imperativa plena de adusteces,
Y se cumplió con el brío de las hembras
De la raza, para salvar la sangre pura.
Nadie la contradijo: estaba yo en la ruta.
AMALIA LATEANO
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Una publicación extensa bien cuidada, en general me gusto.
ResponderEliminarOtra Primavera
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Gracis Gabriela por pasar a dejar tu comentario y tu voto. Este poema me llegó mucho. Cariños
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