de Cecilia Maurig
EL ENLUNADOR DE VERSOS
Alguien más
quiso hablar
de la luna.
Amoroso quehacer,
ilusión.
Pregonero oficial
de la dama,
fiel cronista
de añeja pasión.
Enlunando
sus versos
camina.
Nunca llega,
pero dice adiós.
La estación
se borró
o la escondieron
las hazañas
del hombre
sin sol.
Cuando el insomnio
la abraza,
ella teje en su telar
un tapiz azul celeste,
un pedacito de mar.
El día que lo termine
dicen que se va a casar
pero no con un marino,
tal vez con algún juglar
que le recite el romance
de la luna en el pinar,
de la luna enlunadita,
romance sentimental.
Con esmero
se maquilla,
con desdén
aleja al sol
y con quitasol
al hombro
va a descorrer
el telón
de una nueva
noche negra,
de una mágica función.
IV
Caldero: espejo de luna,
transparente, almidonado.
Bate la bruja
el guisado,
ya la imagen
se ha borrado.
Cuando la luna
se asome,
con las primeras
estrellas,
preguntará desolada
¿cuál de las dos
es más bella?
V
corona de media luna.
La consiguió la otra noche
cuando recibió la ayuda
de un pino ya resignado
de tantos ruegos y súplicas.
Radiante, ya coronada
recorre el bosque en penumbras,
pero una pena se cuela
en semejante negrura.
Añoranza anacarada,
penita de media luna.
La luna
esconde un lunar
con su pañuelo
de seda.
Cubre su escote
del viento
que caprichoso
y violento
lo quiere ver asomar.
Esa pizca de canela
que no se deja mirar,
ese adorno diminuto
que ella no quiere mostrar,
piensa desplazar un día
a la enorme claridad.
VII
No es luna de temporal,
solo emoción que destila
cuando se acuerda del mar.
VIII
La luna
entre las botellas
la espiaba
anonadada.
Espejos tornasolados
y un conjuro develado.
Ventana cómplice,
muda,
abre sus brazos
con duda
y despide a la doncella
que hoy eligió ser estrella.
IX
Excéntrica como pocas
se enojó con las ardillas
porque no recolectaron
ese manjar esperado.
Con la canasta vacía
las sorprendió el nuevo día
sin encontrar ni una mora
para el primer té de la aurora.
X
Los armarios de la luna
ya no se pueden cerrar
por tantos trajes que guarda,
nunca repite su ajuar.
-Si no volverás a usarlos
¿por qué no me regalás
aquél vestido celeste
que usaste en el olivar?
Casi le gritó indignada,
una sirena del mar.
-Imposible queridita,
tengo la exclusividad,
mis modistas son dos musas
que me vienen a probar
en noches de luna llena
los modelos a estrenar.
-Vos serás luna lunera
y yo sirena del mar,
por más que vistas encajes
mi cola nunca tendrás,
más plateada en luna nueva
que toda tu enorme faz.
Y allí se fue altanera,
la sirena con mantilla,
la luna desde su silla
la contempló envidiosa.
-¡Qué bien combina el plateado
con esa mantilla rosa!
XI
llegados desde el nogal,
ardilla cocina scones
para el té que va a tomar.
Amasó panes de queso
y masitas de limón
perfumando de vainilla
al bosque que despertó.
Luna que asoma su hambre
entre nubes de tormenta,
ardilla la ve bajar,
candil de perla coqueta.
Ya la ayuda a acomodarse,
ya le acerca la tetera
y como es buena anfitriona
la invita a merendar con ella.
Noche sin luna en el cielo
y un nogal iluminado.
Delicadeza de ardilla,
luna que se ha suavizado.
XII
Luz lila,
late luna.
Liga
luciérnagas.
Lee la luna.
arrorró sin sol,
espío tu cara,
descanso en tu voz.
y aprendí a cantar,
en noches de luna
es fácil soñar.
es de los poetas.
Musa altiva
y expectante.
Claridad amenazante.
A media voz
y sin sueño
pregunto a la oscuridad
¿las estrellas
tienen dueño?
XV
La luna
duerme la siesta
con camisón amarillo,
cuando a lo lejos
un grillo,
la despierta
con su canto.
Enlunada, algo nerviosa,
les pide
a las mariposas
que hagan callar
al ingrato
que osó cortar sueños rosas
esa tarde calurosa.
XVI
se dejaron ver
cuando hoy
el naranjo
volvió a florecer.
XVII
La luna
toma café
en taza
de porcelana.
Delicadeza liviana,
ritual
de todas las noches.
Hasta que llega
su coche
con el sol
de la mañana.
En la biblioteca
se esconde la luna
y lee sonetos
que le hablan de amor.
Amores de luna
de toro y de río,
amores distantes,
no correspondidos.
Lee los versos callada,
con lentes verde ansiedad
porque su corazón reclama
aquel verso que no está.
Aquel que cante la historia
de su inmensa soledad,
de tantas noches sin luna
en que se va a refugiar
a ese otro cielo de libros
donde pretende encontrar
un amor redondo y claro
un amor sentimental,
Un amor enlunadito
que la venga a rescatar.
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