Caricias leves entre tu mano y la mía.
Hay ojos avizores que todo lo vigilan
y debemos cuidarnos de malas intenciones.
Lenguas con doble filo que murmuran y empañan
la alegría desbordada de habernos encontrado.
El café ya está frío, pero el corazón se entibia
con cada palabra que decimos mirándonos.
Y aquellos gestos aprendidos en otra vida
se vuelven cotidianos, como si el tiempo
que todo lo devora, hoy hubiera retrocedido
y tenemos otra vez las pupilas llenas del otro.
Dices que nada importa más que este momento
donde te sientes tan frágil como el hilo sutil
que nos amarra, con esa invisibilidad propia
de todos los amores atesorados.
Nadie puede tocarnos con su maledicencia
porque la pureza del instante,del reencuentro,
borra del mundo las intenciones oscuras
e ilumina de sonrisas las caras agónicas , ignorantes.
Tus dedos siguen entrelazando mi dedos
en un juego tierno de contar los años
que vivimos sin respirar el mismo aire
y murmuras que tu vida siguió rumbo norte
cuando la mía emprendió viaje hacia el sur.
Dejamos que nos toque la nostalgia
pero con la dulzura de haber compartido
mucho más que la piel y los sentidos.
Aprendí de tu carne y huesos como hacer el amor
y hoy me dejas quitarte todo ese ayer
con el contacto tibio de tus manos, amando a las mías.
Claudia Villafañe
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Claudia Villafañe
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