La brevedad se atavió de pájaro
y le crecieron alas
casi no me dio tiempo
de horadar una oquedad
en tus secretos
sellaste con cenizas de piedra
la fragilidad de la memoria
hiciste inasible y yerto
el abrazo tierno de mi hiedra
buscando tus erguidas magnolias
precipitaste gestos de mi rostro
que guardaba solo
para cuando tu cuerpo y el mío
alcanzaran el cénit de la gloria
mas cuando quise gustar la miel
de la rojez de tus labios
fuiste mujer de sal
y en la hondura de cada poro
de tu piel
crecieron marchitos geranios
Vaya manera de encarcelar mis brios
debajo de tu lengua
mutando palabras
fraguadas con centenarios suspiros
que aún son habitué
en los silos
que contienen la redondez
de mis lágrimas
Juan Domingo Carrizo
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