GARCIA RUIZ, TEODOSIO, (1964).
(FRAGMENTOS)
1.
Otro día y abro la ventana
Pasan aquellas sombras recobradas y polvosas
de un recuerdo insípido y blanco
No quiero ver laderas ni colinas,
hondonadas donde el corazón está:
ni buscar entre los papeles viejos
la carta desesperada de los hombres que se niegan
a morir en los atardeceres del caserío
Desde el interior de un cuadro vemos hacia afuera
y pasan las sombras de ancianos, mujeres, niñas
de ojos vivarachos y tristes. Es decir
pasa el hambre y la gula, la avaricia y la envidia,
todos asoman sus ojos hasta la ventana que
mantengo abierta, verde, olorosa a marismas resecas
y señalan y gritan
que desde donde yo estoy,
así era el mundo antes
3.
Alguien tuvo la suerte del grito,
llevarse las manos a la cara y correr hasta el puente
De inmediato imitaron este gesto
y la población corrió hasta el despeñadero
Dicen que abandonaron las huertas,
las caballerizas y las cocinetas
con los cabritos y los peces
asándose al descubierto,
que las aguas frescas durmieron sus placeres
de frutos tropicales
entre las moscas y las abejas africanas,
en la iglesia la nostalgia de una campana
adormece la brisa
y en las bancas donde los niños pegaban sus mocos
y sus gomas de mascar,
deambulan los cerdos y los gallinazos
El primero que pegó el grito
es el único sobreviviente
Nótese la angustia de sus labios,
la felicidad en sus ojos
cuando vieron por primera vez al salvador
Echeverría, A. (2008) Del silencio hacia la luz: Mapa Poético de México. p. 1299Otro día y abro la ventana
Pasan aquellas sombras recobradas y polvosas
de un recuerdo insípido y blanco
No quiero ver laderas ni colinas,
hondonadas donde el corazón está:
ni buscar entre los papeles viejos
la carta desesperada de los hombres que se niegan
a morir en los atardeceres del caserío
Desde el interior de un cuadro vemos hacia afuera
y pasan las sombras de ancianos, mujeres, niñas
de ojos vivarachos y tristes. Es decir
pasa el hambre y la gula, la avaricia y la envidia,
todos asoman sus ojos hasta la ventana que
mantengo abierta, verde, olorosa a marismas resecas
y señalan y gritan
que desde donde yo estoy,
así era el mundo antes
3.
Alguien tuvo la suerte del grito,
llevarse las manos a la cara y correr hasta el puente
De inmediato imitaron este gesto
y la población corrió hasta el despeñadero
Dicen que abandonaron las huertas,
las caballerizas y las cocinetas
con los cabritos y los peces
asándose al descubierto,
que las aguas frescas durmieron sus placeres
de frutos tropicales
entre las moscas y las abejas africanas,
en la iglesia la nostalgia de una campana
adormece la brisa
y en las bancas donde los niños pegaban sus mocos
y sus gomas de mascar,
deambulan los cerdos y los gallinazos
El primero que pegó el grito
es el único sobreviviente
Nótese la angustia de sus labios,
la felicidad en sus ojos
cuando vieron por primera vez al salvador
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