preñado de primavera
donde solo los ocres adornos
de los otrora verdes revelan
la estación verdadera de nuestras esencias,
todavía insufladas por enormes deseos
de fortalecer y gozar
de nuestras presencias agarradas a la tierra,
en este noviembre que nace apacible
las señales repentinas del viento
aligeran las copas de los árboles
nos recuerdan la brevedad del gozo
y nuestras razones primeras,
han ido trazando el sentido
y la dirección de la búsqueda
de esa felicidad singular
que va gratificando nuestras raíces
y a la vez fecundando nuestros vástagos,
y las frescas madrugadas
nos obligan a arropar
la intimidad de nuestras camas
con sentimientos y hechos
para cuando noviembre se vaya
en el tiempo y las blancas nevadas
cubran las escasas ramas
que nos adornan y conforman
tengamos ese punto de satisfacción
que confiere un buen almuerzo
sin sentirnos del todo lleno
pero con el paladar y todos los sentidos plenos,
en buena compañía irnos
entregándonos a la siesta
en libertad y casi sin darnos cuenta.
De La mágica unidad de mi vida, 1998
Francisco Jesús Muñoz Soler
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