EL ESTAR CONTIGO



El estar contigo, mujer, es algo
que no admite parangones.
Es tanto como paladear la dicha
en su rotunda esencia;
como degustar con sensitivo goce
la placidez serena de aquellas noches
de amor sin tregua
y sin albores.

Sí, el estar contigo
es como estar inmerso
en el profundo piélago
de tu mirada afable y soñadora;
como el cumplimiento exacto
de aquellos sueños impostergables
que se nos fueron quedando
como a la deriva.

Y tal y como el rosal florido
a la vista ofrece su sensual deliquio,

el estar contigo, mujer, ha sido

como palpar con suavidad de nardos
la ternura misma,
acariciando absorto la piel tersa y perfumada
de tus manos suaves,
manos que enlazarán por siempre
mis reposadas ansias a tu perenne anhelo.

¿Sabes, dueña y elegida mía?
El estar contigo es como ir trazando
con temblorosas manos
el febril boceto
de tu perfil amado.
¡Oh pináculo azul
de todos mis sueños
inmarcesibles!



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