TÚ, MI LUNA.


Tú y yo podemos besar la vida a diario,
sin los problemas del horario y sin mojarnos los pies.
Disfrutar de la Bahía, del café y las comidas,
de los lunares en tu piel.
Y contemplar abrazaditos los reflejos de la luna
en la playa, la caleta, en tus ojos color miel.
Navegar sin timón ni velas en el océano del deseo,
acariciando tus dedos, tus mejillas y tu pelo.
Probar el sabor de tus labios y morderlos quedo, quedo.
Tus ojos son mis amigos, tus labios mi vigilia;
de todo esto es testigo la Quebrada y el medio día.
Te besare día a día, en los ojos, en las uñas,
en los codos y en tu cuello.
La luna ruborizada ya se oculta entre las nubes.
Esa es la luna de octubre, que se llama Lourdes como tú.
Que me guía hacia ti. Que ilumina como tú.
Que coordina las mareas de mi vida, de mi lecho.
Y me entrega caracolas cuando estoy en tu mar, tus pechos.
Y se pierde entre palmeras cuando te abrazo en el puerto,
en el muelle, entre las olas, en el Fuerte de San Diego.
Es la luna mi cómplice hoy, aquí lo reconozco.
Es mi amor, mi desesperación, mi pena.
Es la luna en Acapulco y Santa Lucia su diadema.
© Armando Cano.


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