¿Estás cansado, Maestro?
¿Por qué calláis?
¡Estás llorando!
Callo, pues me ganó el silencio,
lloro, pues me ha derrotado.
¿Qué puedo hacer, Maestro
para consolaros?
Nada, mi joven aprendiz,
que al silencio ningún poeta gana
si se le acabaron las palabras.
¿Dónde he de ir a buscarlas?
¡Las traeré a miles! ¡A bandadas!
El Maestro sonríe
acortando el camino de una lágrima.
No sufras, mi muchacho pequeño,
que aunque el silencio es cruel,
guarda en sus mismas entrañas
todas las semillas del verso.
Entonces, ¿habremos de esperar?
Esperar es lo que haremos.
Maestro, y si la voz ha de tornar,
¿por qué lloras?
Lloro porque soy viejo
y tengo mucho menos tiempo
del que está hecho el silencio.
Juan Enrique Soto
www.juanenriquesoto.blogspot.
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Es un poema precioso. Un abrazo. Magda
ResponderEliminarMuchas gracias, Magda.
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