Ella tenía una sonrisa triste.
La llovizna agotada,
respiraba entre lamentos
consciente de su helada hora.
Subida a la azotea,
la luna peregrina
escudriñaba la ventana
y las cortinas deslizaban su presencia,
con un murmullo etéreo.
Ella, perdida en su nostalgia,
veía transcurrir sus horas,sin una brújula.
Él se había ido el mes de marzo
en su carruaje de madera, sin equipaje de retorno.
Acostada en su lecho, la muerte dejaba sus aromas,
esperando convencerla de su viaje.
Asomada al invierno de su vida,
la despedida ha encontrado su victoria.
Mañana no verán las mariposas su caminar cansino.
Volarán las palomas mensajeras
a contarle a los sueños, que ella se ido.
Ella murió cobijada por la dama
que silenciosa la arropó con su bufanda.
Era tan triste su mirada,
que hasta la muerte sollozó cuando se iba.
Derechos Reservados
Es precioso Beatriz, tienes un gran talento, me alegra compartir la pagina con tan buenas escritoras, un beso, y gracias por compartir tu talento con todo el mundo.
ResponderEliminarROSA
Tristemente hermoso, gracias por compartir tus poemas y gracias por tu mensaje en mi poema (Soy madre, soy hija, soy nada).
ResponderEliminarAbrazos
María Pilar