NO ME TARDES, HIJO...

POEMA MÁS VOTADO DEL MES DE DICIEMBRE


“No me tardes, hijo,
no me tardes,
y no te metas en líos,
acuérdate cómo acabó tu padre”.

Pero ya era tarde, madre,
no te escucha el hijo
como no lo hizo tu marido antes.
Tu vástago ya ha salido
al encuentro del desaire,
de ese que le desafió con pérfida mirada,
aquel que hasta ayer le convidaba
como convidan los compadres,
Pero una mirada mezquina basta y es suficiente
para soliviantar a los hombres,
sobre todo a los más pobres,
anchos de orgullo y sangre ardiente.

“No me tardes, hijo,
acuérdate cómo acabó tu padre”.

Pero ya era tarde, madre,
el hijo recorre las sombrías calles,
apretados los puños,
le hierve la hiel en grumos,
encontrados con furia los dientes,
afilados los ojos duros,
ignorando las malas artes,
como le enseñó su padre,
encarando siempre de frente.

“No debió pedírselo, no ante tanta gente.
Me tocó el orgullo, el orgullo de hombre, madre”.

“No me tardes, hijo,
acuérdate cómo acabó tu padre”.

Pero ya era tarde, madre,
ya llegan con esa mala cosa en mente,
llamada Muerte,
“que besó a mi chica, la prendió del talle,
la invitó al baile, ante tanta gente”.

Pero ya era tarde, madre,
se marcha la tarde,
se mancha de sombras, presagios de desastre,
que es cosa sabida, si hablamos de vanidades,
el hombre las convierte en ultrajes
y todos acaban en filos de sable.

En el callejón le esperan,
de un plan todo era parte
y así se cumple el tercer acto del montaje,
donde se citaron agoniza el lance.

“No me tardes, hijo,
acuérdate cómo acabó tu padre”.

Pero ya era tarde, madre,
en su mano la navaja radiante,
como un astro que anuncia la sangre,
el odio en los ojos por detrás y por delante,
en los ánimos el dios Marte.

“Ya lo creo, madre,
el rival está ahí desafiante,
sonríe con desprecio
porque su padre mató a mi padre,
pero de hoy no pasa que le traspase
su arrogante pecho”.

“No me tardes, hijo,
acuérdate cómo acabó tu padre”.

Pero ya era tarde, madre,
tanto asomo de venganza fue en balde,
antes de que el dedo acusador señale,
por la espalda, como cobardes,
le asestan tres puñaladas mortales.

“No me tardes, hijo,
acuérdate cómo murió tu padre”.

Pero ya era tarde, madre,
se le derrama el alma,
sus ansias de vivir no se debaten
y queda tendido como una baba,
como un perro en mitad de la calle,
igual que por mano malvada
quedó tendido quien le engendrare,
con un puñal clavado en la espalda,
por un miserable, canalla
cuyo hijo asesino nació del mismo estambre.

“No me tardes, hijo,
no me tardes,
y no te metas en líos,
acuérdate cómo murió tu padre”.

Pero ya era tarde, madre,
ya era tarde
y tú bien lo sabes,
que lees en corazones amables
y, antes de que el gallo cantase,
después de esperar lo esperable
velando la negra calle,
la mortaja, las lágrimas vestales
y el luto riguroso preparaste,
porque ya era tarde, madre,
ya era tarde.


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