La luna tiende su luz
sobre la vasta alameda,
y entre la noche de seda
abre sus brazos la cruz
de la tumba desolada
donde descansa la amada
del trovero que en su canto
que más bien parece un llanto,
le dice que su mirada
se ha quedado sin la luz
que iluminaba su vida.
Hoy solitario y vencido,
con el corazón herido,
siente que su alma perdida
quisiera estar con su amada.
Como si fuera una flor
marchita se fue quedando
y lenta se fue secando
hasta morirse de amor.
En la noche de satín,
se ve a la luz de la luna
y ocultas entre la bruma
perfumada de jazmín.
“Una cruz junto a otra cruz.”
Antonio Marín E.
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