En el desván:
Inclinada en un rincón,
las mejillas tiznadas de distancia
y arrugado ropaje,
la encontré.
Mi primera muñeca,
la que dejó Melchor
en mis zapatos,
cuando mis cuatro años
miraban asombrados
un milagro de amor.
La bautice Lucia
y la acuné en mis brazos.
Después,
el tiempo fue pasando
y la olvidé.
Quizás,
mi adolescencia
había descartado la inocencia
para buscar caminos mas osados.
Cuanta distancia desde aquel entonces.
Cuantos silencios escondidos en las sombras.
Cuantos eneros pasando por mi vida.
Cuantos recuerdo, cuantas despedidas.
Hoy:
añoré su rostro fabuloso
y corrí hacia su encuentro.
Me miró, temblé, no era la misma,
había dolor en sus ojos amatista,
mientras un rayo de sol acariciaba,
a una lágrima que lentamente resbalaba
dejando a en sus mejillas, implacable,
¡¡¡Las señales que el tiempo no perdona!!!
Lydia Raquel Pistagnesi
Del libro “Destino de Gorrión”
DEJA TU COMENTARIO
Que bello y triste poema, sentí que mi vida se mimetizaba con ella.
ResponderEliminarFelicito a la escritora por su sensivilidad y su manera sencilla y profunda de plasmar vivencias con los que nos sentimos identificados
Gracias a Vilma por editarlos en su antología y gracias a Lydia Pistagnesi, la autora de esta belleza
Gabriela Fernandez (La Pampa)
Bello poema, todos al ir creciendo dejamos atrás a la inocencia y nos sucumbimos en este mundo de locos adultos...
ResponderEliminarVilma, este poema despertó en mi la realidad que la vida nos depara; se lo leí a mis niñas Macarena y Catalinan, nunca habia visto sus ojitos con lágrimas.
ResponderEliminarGracia por recordar a los niños en tu antología y por seleccionar poetas que te invitan a pensar como esta escritora.
Victoria Franco
Cada poema contiene elementos con los cuales nos identificamos, nos mimetizamos, o simplemente sintonizamos... luego de recorrer el mensaje de este poema, podemos decir que todos, alguna vez, somos o hemos sido "Lucía". Bello, indescriptible.
ResponderEliminarUn abrazo andino
el dispensador