SONETO EN LA MENOR




He conocido el mar y la montaña,
rocé el celeste desde el ras del lino,
la irresistible sombra de aquel pino,
porque me protegió en caricia extraña.

Es tu presencia amada, tan querida,
la que me acerca al pliego de la infancia
y me trae de nuevo la fragancia
de los mejores años de mi vida.

Te enseñamos a darte gota a gota,
como torrente de agua de la fuente
que entre flores y rocas salta y rota.

Unidas por la sangre, eternamente,
serena mi sonrisa en labio brota,
al pasarte la mano por la frente.

AMALIA LATEANO


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