ELOGIO DE LA INFANCIA


SOLIS, ALVARO, (1974).

A Ursula García De Gante
Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces,
apenas había apagado la lámpara, cerrábanse mis ojos tan
presto, que ni tiempo tenía para decirme: —ya duermo“.
Marcel Proust
¡Palmeras…!
en constante movimiento.
El patio de la casa, el camino hacia la casa
y la tormenta que agita la dureza de los frutos,
los troncos que se doblan sin quebrarse.
¡Palmeras…!
con el tiempo amarillas dando frutos secos
que se caen, que se tiran previniendo el desastre
y flores de gardenia brotando de las matas,
flores y más flores y palmeras sedientas,
lejos todavía del mar y de la arena que hierve a mediodía.
Palmeras altas y otras pequeñas al alcance de las manos,
del machete acapulqueño de mi padre
rebanando los frutos, tomando la sangre transparente de los cocos
que la tormenta precipita a la catástrofe.
El viento lanza sobre el techo de la casa
pasos indecisos de gigantes sobre el techo de lámina,
sobre el sueño que tarda en llegar cuando hay tormenta
y los cocos, las palmeras, sus brazos volando por los aires,
por los aires las hojas de la palma
cada vez más lejos hasta el patio de algún vecino
¡Palmeras…!
que resisten las tormentas pero no los rayos
¡Palmeras…!
que resisten la inclemencia del sol pero no el recuerdo
¡Palmeras! tirando cocos
aquí y allá
invisibles, silenciosas, meciéndose en el aire.
Las palmeras de la infancia aún dan frutos
que ya no alivian mi sed.

Echeverría, A. (2008). Del silencio hacia la luz: Mapa Poético de México.


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